Es habitual que los comerciantes que comparten calle mantengan una relación cordial en el día a día. Lo que no es tan común es que sean verdaderos amigos, compartan grupo de WhatsApp e incluso se vayan juntos de cena. Pero la calle Pruneda es una de estas excepciones y su pequeño comercio, el de barrio de toda la vida, se consideran una gran familia y están pasando está crisis más unidos que nunca.

La veteranía y la juventud les hacen tener puntos de vista diferentes. Begoña y Charo Lorenzo regentan Frutas Cha-Be desde hace 34 años y reconocen que la realidad de estos meses no se había vivido nunca. «Todos somos comercios pequeños, pero muy fuertes y estamos aguantando la crisis como podemos. Hacemos todo lo posible para ayudar a nuestros clientes y a los que están confinados les ponemos las cosas fáciles con los pedidos a domicilio, saben que nos pueden pagar cuando puedan volver a la tienda, hay confianza», recuerdan las fruteras.

Eso sí, «nos da pena y mucha rabia ver como el comercio de al lado tiene que cerrar y a veces no es justo que los pequeños sean los que salen peor parados», lamenta Begoña Lorenzo, que estos días se ha cogido unos días de descanso. «Hemos cerrado esta semana, por primera vez en 34 años, para coger impulso tras un año tan explosivo y agotador».

Justo enfrente de su frutería se encuentra uno de los negocios más nuevos, la tienda de bicicletas Iván Doctor Bike. Iván Rodríguez y María Fuentes han tenido que dejar de vender sus productos, pero se consideran unos afortunados «porque aguantamos con los servicios que ofrecemos de taller y tenemos muy buenos clientes, no nos podemos quejar».

Otro de los 'novatos' de Pruneda es Alfonso Viejo, un jovencísimo carnicero que se hizo cargo de la carnicería Luciano el 1 de enero tras la jubilación de los anteriores dueños. «Me pilló la crisis del coronavirus nada más empezar y se ha notado la bajada de ventas, pero hay una clientela fiel y siguen comprando en el barrio y apostando por el pequeño comercio. Incluso hay clientes que ganamos en el confinamiento porque se fiaban más de mí que de otros negocios más grandes», agradece Viejo mientras atiende a unos clientes de toda la vida tras el mostrador de su carnicería.

Otro negocio histórico de Pruneda es la farmacia, un espacio que ha cobrado una importancia vital durante la pandemia. Ana Ortega-Meder regenta esta botica familiar desde hace casi siete años y asume que la situación es «difícil», pero resisten a pesar de todo. «Por nuestra parte hemos asumido más responsabilidades, haciendo las veces de punto de información cuando los centros de salud se saturan», explica la farmacéutica.

En la parte más alta de la calle hay más negocios de todo tipo. El Edican Café de Patricia Aguilar es el representante de la hostelería en la calle y estos días se ha despedido de sus clientes. A pocos metros está el estudio de fotografía de Tania Juan, que a pesar de tener su puerta cerrada sigue acudiendo a diario al local a trabajar. «Es una pena que llegase esta crisis porque la calle ha crecido mucho, está en continuo movimiento y los comerciantes nos llevamos especialmente bien. Da pena ver que los compañeros lo pasan mal, pero creo que saldremos adelante poco a poco», confía.

Entre esos negocios que peor lo están pasando se encuentra la agencia de viajes La Villa. Mónica Blanco se ha pasado el último mes gestionando cancelaciones y reconoce que está siendo muy duro. «Pruneda es una buena calle, pero la cosa está mal; aún no he recibido la ayuda de 400 euros del Principado y la solicité en marzo. Solo espero que todo se normalice y volvamos a irnos de cena juntos todos los comerciantes».

 

FUENTE: La Voz de Avilés
ALEJANDRO L. JAMBRINA
AVILÉS.Jueves, 12 noviembre 2020, 00:33